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VERSIÓN 8 – CUANDO EL LIBRO NO ESTABA PERDIDO

Era un día nublado. Al mirar el cielo solo se veía gris y, muy de vez en cuando, un rayo de sol se filtraba entre las densas nubes.

Cabizbajo, un hombre caminaba por una calle solitaria. «Si no lo encuentro en esta tienda, renuncio». Alzó la vista y, al torcer la calle, vio la vieja librería. Abrió tímidamente la puerta y el sonido de una campanilla avisó al dependiente de su llegada. El hombre se acercó al mostrador y se encontró con otro hombre mucho más mayor que él, que limpiaba los cristales de sus gafas con su camisa.

–¿En que puedo ayudarle? –preguntó colocándose las gafas.

–Verá… –respondió el cliente dubitativo–. Vengo buscando un libro antiguo… Pero es algo extraño.

–Esta usted en el lugar indicado. Esta es la librería más especializada en rarezas que tienen ya un tiempo.

El hombre no pudo hacer otra cosa que sonreír al anciano.

–Estoy buscando un libro con encuadernación en piel pero que tenga algo para mantener el libro cerrado. Las páginas deben ser de papel y… –El hombre hizo una pausa, ya que le tocaba la parte difícil–. Quiero que el libro esté completamente en blanco.

El anciano dependiente se pasó la lengua por los labios y asintió.

–Creo que tengo lo que busca. Déjeme adivinar, ¿es un regalo? –preguntó mientras se alejaba a la trastienda.

–Sí –contestó aliviado–. Tengo un amigo que quiere escribir «la obra de su vida» en un libro digno de ella.

El anciano volvió con un libro, sonriendo. Lo abrió y estaba completamente en blanco.

–Debo avisarle de algo –pasó páginas hasta la última–. Esta página está escrita. Como ve, son palabras sin sentido, al menos yo no se lo encuentro. Espero que no sea un problema, ya sabe que los libros de segunda mano…

–Me lo llevo –repuso el hombre. «Una página escrita no va a hacer que deje pasar la oportunidad de encontrar el libro perfecto».

Pagó el libro y se encaminó hacia su casa. Al fin había encontrado el libro, y sabía que no iba a encontrar nada mejor.

Por el camino pasó por un parque y decidió sentarse en un banco. Sacó el libro del bolsillo y lo observó. Tenía la cubierta de color marrón, con dos tiras que enganchaban en la portada manteniéndolo cerrado. Las páginas eran de papel, datarían de finales del sigo XVIII, principios del XIX.

De repente, el sonido del móvil interrumpió su observación.

–¡Hola! Sí, he encontrado el libro. Pues verás, estaba en una tienda del centro…

El hombre se levantó del banco y comenzó a caminar. Estaba tan concentrado con el móvil que no se percató de que el libro aún permanecía en el banco, esperando ser recogido.